Hoy hace casi 3 meses desde la caída de la colonia asesina. Fue una colonia de litro, entiéndanme, desde que comenzó el COVID-19, ya sólo compro cosmética en XXL, no vaya a ser que no podamos salir, pero oler bien y cuidarnos, eso, que no falte.
Hoy hace casi 3 meses desde que me fracturé, por accidente, la falange distal del dedo corazón del pie derecho. Ese, no fue el diagnóstico de mi visita a Urgencias, sino que en una extensa radiografía que no dejaba ver con claridad el dedo fracturado, me mandaron a casa con un diagnóstico de fuerte contusión.
Mi dedo estuvo morado, negro, verde y rojo. Se hinchó, se llenó de líquido inflamatorio, se empezó a desinflamar, se quedó rojo... Y todo esto, mientras yo seguía "vida normal" ajena a tener una falange fracturada.
Llevo desde el 11 de diciembre sintiendo dolor cada día de mi vida al despertarme. Y no un dolor cualquiera. Una fractura. Me despierto cada día con el positivismo de haber descansado y sin la conciencia de estar rota, y, de repente, al poner un pie en el suelo, la realidad vuelve a zarandearme y a ponerme en el lugar en el que estoy.
Porque en este espacio-tiempo complejo, me siento perdida y frágil. Llevo días y semanas pensando en lo absurda y frágil que es la existencia humana. Y lo fuerte. La capacidad regenerativa del propio cuerpo humano, capaz de crear huesos y reconstruirlos en apenas 6 semanas.
Pienso también en que qué lección de vida es, para una persona activa y deportista, tener que estar quieta. Y cómo las endorfinas del runner, juegan un papel tan inmenso incluso en momentos tan críticos, tan dolorosos... Y piensas: ¿y si pudiera...? Desde aquel momento. He estado yendo a nadar, al principio con una frecuencia normal. Desde que me detectaron la fractura, en momentos puntuales cuando el cuerpo le dice al cerebro, deja de pensar, déjame moverme.
Pienso también en todas las lesiones que he afrontado. Si haces deporte, siempre existe ese riesgo de romperte. Pero recompones los pedazos. Te resarces del dolor. Te levantas y empiezas desde cero. Otra vez.
Y la que escribe sabe: fisura de hombro tras 4 medios maratones, una fractura de falange en la mano derecha en la Universidad, una rotura de fibras en el tobillo derecho en Londres, dos partos...
Duele. Porque el cuerpo sufre momentos de trauma. Y la paciencia no es mi mayor fuerte. Pero después de todos esos momentos críticos: volví. Volví en una versión de mí misma que siempre se reta a más. Volví, con la conciencia de que no se puede perder una noche fría de running por pereza. Volví a correr en los días de verano: pronto y con un asfixiante calor. Porque, probablemente, haya días en los que mi cuerpo, no pueda hacerlo. Por todos esos días de espera, de inmovilización, de desesperanza. Vuelves siempre a por más. Vuelves resurgiendo de las cenizas, como el ave Fénix. Vuelves porque no te vas a rendir, ni esta, ni ninguna de las veces en las que lo has hecho: empezar, otra vez.
Y entre tanto, no sólo existen las historias de superación. Porque también estoy aprendiendo a escuchar al cuerpo, a decir "me duele", a aceptar. Quizás era más esa, la lección que me había preparado el destino para esta.
Pues eso. A reconstruir los pedazos.