Se habían sentado el uno frente al otro, en la alargada mesa del salón. La decoración navideña abigarraba el espacio, la luz de una solitaria vela brillaba en el centro de la mesa, la flores de pascua, de intenso carmín, aguardaban inquietas a la puerta.
El anciano acercaba su mano temblorosa a la botella de vino blanco y se servía, con pulso dudoso, otra copa. Su mujer, presidiendo la mesa por el lado de enfrente, narraba historias cotidianas mientras se manchaba las manos con una revoltosa langosta. Reían, a ratos. Él la miraba con aquellos pequeños ojos, que ocultaban la rojez de una vena reventada, y se envolvía en recuerdos de toda una vida. Sus hijos, a ambos lados de la mesa, se embriagaban con viejos recuerdos....
Habían salido del colegio y los dos niños transitaban las calles estrechas antes de volver a casa. Una parada imprescindible en la plaza para comprar dos duros de chucherías y cromos. Otra para lanzar la peonza sobre los adoquines. Otra para mirar a la chica de las trenzas, que llevaba la falda de uniforme y unos calcetines hasta la rodilla y saltaba sola con una ligera comba. Sobraban las miradas cómplices.
La croqueta se escapaba del tenedor, rodando traviesa. El anciano había dejado el suyo sobre el plato unos instantes. Las mujeres bebían, respiraban el aroma de la merluza al limón, se intercambiaban piropos. Faltaba la más pequeña.
El antiguo cine era un angar deshabitado. Las paredes de la nave se desconchaban de su antigua pintura granate, pero las luces de la proyección de la película alumbraban el frío y el silencio. Una vez más, se habían colado. Era la sesión menos concurrida y los chicos disfrutaban de las películas sin restricciones de edad, al salir del primer curso del instituto. La noche se cernía sobre el húmedo espacio mientras ellos seguían allí, apoyados contra los muros desgastados del viejo cine, sin relojes ni responsabilidades.
Los rizos se hacían con las tenacillas. Eso ya había quedado claro. La farmacia seguiría arrendada hasta 2016. El mejor jamón era el de Salamanca. Aún no había presentado ningún novio formal. No había paga de Navidad. La gasolina había vuelto a subir. La calefacción también. Me he jubilado. Las pastillas, los análisis, la sal, el azúcar, ese último abrazo, dos sorbos más. Las doce.
miércoles, 26 de diciembre de 2012
domingo, 23 de diciembre de 2012
Dangerous game
[El plano es completamente negro]
Se oye una voz de hombre, grave y penetrante.
- Empieza por decirme toda la verdad.
[Pasamos del plano negro a estar deslumbrados por la luz que entra por la cristalera del fondo. Es una luz azulada y fría, propia de un día de invierno. Dos hombres están sentados, muy cerca, el uno frente al otro, en una oficina. El primero, el que acaba de hablar, lleva la corbata perfctamente anudada al cuello, se ha quitado la chaqueta, que ahora cuelga del perchero a la entrada de la sala. El segundo tan solo lleva la camisa, sin corbata, se ajusta las gafas que se resbalan suavemente por la nariz mientras mira descuidado por la ventana a la vez que expulsa el humo de un cigarrillo muy fino.]
- El dinero no existe.- Dijo el hombre por fin. -No salían las cuentas. No salen. Es imposible. Lo cogimos en negro. Tenemos demasiadas casas que no se venden, y eso que ya hemos sacado todo lo bueno.
- Eres rematadamente gilipollas, Alfonso. - Le contestó el otro sin miramientos -¿Y los pensionistas?
- Pues no todos se adhirieron al fondo, Gonzo. No todos quisieron...
[Gonzo se levanta de golpe y busca una carpeta gruesa en el archivador, la lanza despiadadamente contra la mesa de madera del escritorio]
- ¡Maldita sea, Alfonso!¿Tus secretarias no los llamaron? ¿No les ofrecisteis el juego de sartenes, el móvil estúpido de números grandes?
[Alfonso mira a su superior, atónito]
- Gonzo, no quisieron. Ya está. Esta gente tiene familia, hijos en paro, nietos, ganas de viajar...
[El jefe parecía no entender. Se empezaba a enfadar de verdad con la imbecilidad y la condescendencia del jefe de la sección de Alicante.]
- ¡Estamos en la puta quiebra, Alfonso!¡A ver si te enteras!¡Me dan igual los planes de esa gente! Tendrían que hundirse con nosotros. Si caemos, cae España detrás...
[Alfonso empezaba a sentirse mitad incómodo, mitad intimidado por la actitud de Gonzo, al que apenas conocía de un par de reuniones familiares. No quería engañar. Ya bastante sacaban de los intereses por no hacer nada, ya bastante tenía por haber aceptado pagos en negro porque eran personas influyentes... ]
- Gonzo, podemos hacer las cosas bien. Bajar el stock. Volver a regular las reservas. Aumentar el crédito a los insolventes para que puedan pagar a más largo plazo...
- ¡Y un cojón!- Lo interrumpió estrepitosamente- Que vendan lo que tengan y que paguen. Que paguen ya. Que esto se va al garete. ¡Maldita sea!¿Quién tiene dinero en este puto pueblo?Llámalos, haz que los llamen, véndeles acciones, pero que no sepan que estamos en quiebra...
[Alfonso salió de la oficina avergonzado. Gonzo sacó de su chaqueta una petaca y bebió dos amargos sorbos de licor y se quedó pensativo, mirando cómo se movían ligeras las nubes.]
Se oye una voz de hombre, grave y penetrante.
- Empieza por decirme toda la verdad.
[Pasamos del plano negro a estar deslumbrados por la luz que entra por la cristalera del fondo. Es una luz azulada y fría, propia de un día de invierno. Dos hombres están sentados, muy cerca, el uno frente al otro, en una oficina. El primero, el que acaba de hablar, lleva la corbata perfctamente anudada al cuello, se ha quitado la chaqueta, que ahora cuelga del perchero a la entrada de la sala. El segundo tan solo lleva la camisa, sin corbata, se ajusta las gafas que se resbalan suavemente por la nariz mientras mira descuidado por la ventana a la vez que expulsa el humo de un cigarrillo muy fino.]
- El dinero no existe.- Dijo el hombre por fin. -No salían las cuentas. No salen. Es imposible. Lo cogimos en negro. Tenemos demasiadas casas que no se venden, y eso que ya hemos sacado todo lo bueno.
- Eres rematadamente gilipollas, Alfonso. - Le contestó el otro sin miramientos -¿Y los pensionistas?
- Pues no todos se adhirieron al fondo, Gonzo. No todos quisieron...
[Gonzo se levanta de golpe y busca una carpeta gruesa en el archivador, la lanza despiadadamente contra la mesa de madera del escritorio]
- ¡Maldita sea, Alfonso!¿Tus secretarias no los llamaron? ¿No les ofrecisteis el juego de sartenes, el móvil estúpido de números grandes?
[Alfonso mira a su superior, atónito]
- Gonzo, no quisieron. Ya está. Esta gente tiene familia, hijos en paro, nietos, ganas de viajar...
[El jefe parecía no entender. Se empezaba a enfadar de verdad con la imbecilidad y la condescendencia del jefe de la sección de Alicante.]
- ¡Estamos en la puta quiebra, Alfonso!¡A ver si te enteras!¡Me dan igual los planes de esa gente! Tendrían que hundirse con nosotros. Si caemos, cae España detrás...
[Alfonso empezaba a sentirse mitad incómodo, mitad intimidado por la actitud de Gonzo, al que apenas conocía de un par de reuniones familiares. No quería engañar. Ya bastante sacaban de los intereses por no hacer nada, ya bastante tenía por haber aceptado pagos en negro porque eran personas influyentes... ]
- Gonzo, podemos hacer las cosas bien. Bajar el stock. Volver a regular las reservas. Aumentar el crédito a los insolventes para que puedan pagar a más largo plazo...
- ¡Y un cojón!- Lo interrumpió estrepitosamente- Que vendan lo que tengan y que paguen. Que paguen ya. Que esto se va al garete. ¡Maldita sea!¿Quién tiene dinero en este puto pueblo?Llámalos, haz que los llamen, véndeles acciones, pero que no sepan que estamos en quiebra...
[Alfonso salió de la oficina avergonzado. Gonzo sacó de su chaqueta una petaca y bebió dos amargos sorbos de licor y se quedó pensativo, mirando cómo se movían ligeras las nubes.]
lunes, 10 de diciembre de 2012
Cristales rotos
Cuando entró a la casa percibió un espeluznante silencio. Todo estaba a oscuras, y la luz de las farolas de la calle alumbraban el suelo de parquet del salón que tanta calidez aportaba a la cotidianeidad. Colgó el abrigo a tientas, esperando que la luna, o el fugaz rastro de alguna estrella alumbraran un pasillo hasta el sofá. No había nadie. El silencio inundaba el vacío, y pudo revivir sus suaves palabras al oído, a escasos milímetros de la comisura de sus labios, pidiéndole que la llevara...
En la cocina tenía apilados los tuppers de la semana: las torrijas de la abuela, la tortilla de patata con cebolla, los filetes empanados, tres raciones de croquetas. No los guardaba en la nevera porque la temperatura ambiente era lo suficientemente fría. La nevera albergaba cuatro yogures, varias tranchettes de queso que resbalaban entre las baldas y una perita putrefacta.
Le atormentó una sombra, los destellos de los faros de un coche proyectados sobre el ventanal, un recuerdo de cristales rotos. A veces, se le aparecía en sueños. El olor de su perfume había quedado impregnado en la almohada, sus rizos rebeldes, sus pestañas infinitas.
Cogió el plato y se dirigió al salón, descalzo, sigiloso, con cautela. Encendió la lámpara de pie, que ofrecía una luz menos violenta para esas horas de la noche. Se sentó y nada más hacerlo sintió una punzada de frío entre la suavidad de la tela. Pudo ver las primeras marcas en sus brazos, el sobrecargado esfuerzo de sus pulgares, por primera vez, marcados en su piel. Era bonita. Ella, su piel. Intentaba redirigirla del salón a la cocina, ella se negaba, la agarró. Y fue ese instante en el que empezaron los desgarros, las bofetadas incontroladas, las reconciliaciones con desayuno en la cama y los "nunca más" reiterados.
Primero fueron meses. Empezaron a verse menos, a quedar a cenar. Ella apenas se quedaba a dormir, ya no lo esperaba descalza tumbada en el sofá, leyendo cualquier revista mientras se le secaban las uñas de los pies, impolutas aún en el mes de diciembre. Brindaban con un Gran Reserva. Bailaban hasta que amanecía en aquel salón, hasta que el sol los abatía y los arrastraba hasta las sábanas.
No se puedo maquillar la sangre que le brotaba de la mandíbula. Había ocultado moratones de la cara antes, el maquillaje sin duda rentaba, pero esta vez ni siquiera el limón contenía la hemorragia. Él estaba perplejo, desorientado, apoyaba la cabeza sobre las manos, sentado al borde de la cama. Ella había vuelto a tumbarse, a echar la cabeza hacia atrás...
"Te quiero"
Pero las palabras rezumbaban en un laberinto mientras ella se marchaba, con su pequeña maleta, por el pasillo.
Cuando entró a la casa percibió un espeluznante silencio. Todo estaba a oscuras, y la luz de las farolas de la calle alumbraban el suelo de parquet del salón que tanta calidez aportaba a la cotidianeidad. Colgó el abrigo a tientas, la llamó en un susurro. La luna se colaba por el ventanal y pudo ver el cuerpo empapado de salpicaduras de sangre, rodeado de cristales rotos.
En la cocina tenía apilados los tuppers de la semana: las torrijas de la abuela, la tortilla de patata con cebolla, los filetes empanados, tres raciones de croquetas. No los guardaba en la nevera porque la temperatura ambiente era lo suficientemente fría. La nevera albergaba cuatro yogures, varias tranchettes de queso que resbalaban entre las baldas y una perita putrefacta.
Le atormentó una sombra, los destellos de los faros de un coche proyectados sobre el ventanal, un recuerdo de cristales rotos. A veces, se le aparecía en sueños. El olor de su perfume había quedado impregnado en la almohada, sus rizos rebeldes, sus pestañas infinitas.
Cogió el plato y se dirigió al salón, descalzo, sigiloso, con cautela. Encendió la lámpara de pie, que ofrecía una luz menos violenta para esas horas de la noche. Se sentó y nada más hacerlo sintió una punzada de frío entre la suavidad de la tela. Pudo ver las primeras marcas en sus brazos, el sobrecargado esfuerzo de sus pulgares, por primera vez, marcados en su piel. Era bonita. Ella, su piel. Intentaba redirigirla del salón a la cocina, ella se negaba, la agarró. Y fue ese instante en el que empezaron los desgarros, las bofetadas incontroladas, las reconciliaciones con desayuno en la cama y los "nunca más" reiterados.
Primero fueron meses. Empezaron a verse menos, a quedar a cenar. Ella apenas se quedaba a dormir, ya no lo esperaba descalza tumbada en el sofá, leyendo cualquier revista mientras se le secaban las uñas de los pies, impolutas aún en el mes de diciembre. Brindaban con un Gran Reserva. Bailaban hasta que amanecía en aquel salón, hasta que el sol los abatía y los arrastraba hasta las sábanas.
No se puedo maquillar la sangre que le brotaba de la mandíbula. Había ocultado moratones de la cara antes, el maquillaje sin duda rentaba, pero esta vez ni siquiera el limón contenía la hemorragia. Él estaba perplejo, desorientado, apoyaba la cabeza sobre las manos, sentado al borde de la cama. Ella había vuelto a tumbarse, a echar la cabeza hacia atrás...
"Te quiero"
Pero las palabras rezumbaban en un laberinto mientras ella se marchaba, con su pequeña maleta, por el pasillo.
Cuando entró a la casa percibió un espeluznante silencio. Todo estaba a oscuras, y la luz de las farolas de la calle alumbraban el suelo de parquet del salón que tanta calidez aportaba a la cotidianeidad. Colgó el abrigo a tientas, la llamó en un susurro. La luna se colaba por el ventanal y pudo ver el cuerpo empapado de salpicaduras de sangre, rodeado de cristales rotos.
domingo, 9 de diciembre de 2012
Curry y ropa limpia
Mezcla de olores: curry y ropa limpia. Un rayo de sol que se cuela por el ventanal en pleno mes de diciembre y alumbra casi todo el espacio. Un domingo cualquiera, cuando el tiempo se detiene, y apartamos los "debería" para completar los "quiero". No nieva. No nieva aún, pero el frío se cuela por los cristales mientras los calcetines combaten por encontrar sus pares.
sábado, 1 de diciembre de 2012
¿Está cerca el fin del SIDA?
Hoy día 1 de diciembre se conmemora el Día Internacional de las
Respuestas contra el VIH. Son muchos los Estudios e Investigaciones
que se llevan a cabo desde alejados puntos del planeta, pero por el
momento, el virus del VIH aún sigue siendo según la Organización
Mundial de la Salud, “uno de los
más graves problemas de salud pública del mundo”.
2012 tampoco
será el año en el que se erradique el virus del VIH. Como señala
Gottfried Hirnschall, Director del Departamento del VIH/sida de la
OMS: “el progreso mundial de la respuesta a la infección por VIH
no tiene paralelo, pero es vital seguir invirtiendo”. A pesar de
los avances que se han llevado a cabo durante la última década, una
vacuna efectiva aún tardará en llegar. Por ello es vital mantener
y aumentar las investigaciones.
El Síndrome de
la Inmunodeficiencia Adquirida (SIDA) está lejos de desaparecer. Por
ello, médicos, investigadores y organizaciones gubernamentales han
planteado actuaciones desde tres distintos frentes: la prevención,
la eficacia en la
detección y, por
último, el tratamiento.
El primer paso
es la concienciación, aunque pueda resultar lejano- bien es cierto
que la mayor parte de la población afectada reside en África- en
España hay entre 130.000 y 150.000 personas con VIH. El Ministerio
de Sanidad nos recuerda las tres formas de transmisión del VIH: la
vía sexual, la vía sanguínea y la vía madre-hijo, de manera que
se sepan cuáles son las prácticas de riesgo y cómo prevenirlas
para reducir el número de infecciones. Es asimismo importante
difundir la prueba del VIH, que es sencilla, segura y eficaz; ya que,
como señala el Dr. Jorge Del Romero
Guerrero,
Coordinador del Centro Sanitario Sandoval (Madrid): “El diagnóstico precoz es clave para la reducción de las prácticas de riesgo y el adecuado acceso a los tratamientos y cuidados específicos.”
Coordinador del Centro Sanitario Sandoval (Madrid): “El diagnóstico precoz es clave para la reducción de las prácticas de riesgo y el adecuado acceso a los tratamientos y cuidados específicos.”
Actualmente en
España, el 46% de los casos se detectaron en un diagnóstico tardío.
Sin embargo, investigaciones como la “Visconti cohort” buscan
controlar la infección lo antes posible: si el tratamiento comienza
lo más próximo al inicio de la infección, los niveles del virus en
sangre son tan bajos que impiden al cuerpo desarrollar SIDA, y, por
tanto, pueden abandonar la medicación. Esto hace vislumbrar un haz
de luz entre tanta oscuridad. Durante el Congreso Mundial del SIDA en
Washington el pasado mes de julio también se expusieron dos casos
más en los que parecía haber una cura: dos hombres afectados con
VIH y también con cáncer en el sistema linfático fueron tratados
combinando quimioterapia con la terapia antirretroviral tras un
trasplante de médula. Tras el tratamiento, las células donadas
sustituyeron a las infectadas de manera que ambos pacientes vencieron
tanto al cáncer como al virus del VIH.
Estos casos
llaman a la esperanza. Son diversas las investigaciones que se llevan
a cabo en todo el mundo para poner fin a la epidemia. Los primeros
avances en medicación pasaron de la zidovudina (el primer
tratamiento antirretroviral que retarda que se propague la infección
dentro del organismo) a diversos inhibidores (transcriptada,
proteasa...), cuya función era atacar al virus por diversos frentes
para mermar su capacidad letal. Esto convierte al VIH en una
enfermedad crónica controlada,
pero aún sin posibilidad de ser erradicada completamente. En este
punto nos hallamos actualmente. Son diversas las investigaciones y
abarcan ámbitos muy dispares. La Fundación para la
Investigación y la Prevención del Sida en España presenta algunas
investigaciones novedosas en 2012: busca una simplificación del
tratamiento antirretroviral, estudia la relación del virus de la
Hepatitis C (VHC) con VIH y evalúa la supervivencia de pacientes con
VIH tratados por trasplante renal en España. Expertos del Programa
Sida y del área de VIH del Population Council de Nueva York han
conseguido los primeros datos de la eficacia de un microbicida en
forma de anillo vaginal que previene la transmisión del VIH.
Sin embargo, el
principal foco para acabar con el VIH son las vacunas. La opinión
científica general es que estas vacunas son una meta alcanzable. La
vacuna ideal sería económica, fácil de transportar y administrar
en el organismo humano y que no requiriera casi esfuerzo. Según
datos de la revista Nature, la
eficacia de la vacuna RV144 contra el VIH oscila entre un 30 y
un 80% dependiendo de la variación genética de los virus. Pero aún
están por desarrollarse otro tipo de vacunas. Desde el Consejo
Internacional de Organizaciones con Servicio en SIDA (ICASO),
explican la peligrosidad del VIH y por qué resulta tan complicado
encontrar una vacuna eficaz: el VIH hace algo que no hace ningún
otro virus conocido por el hombre: ataca y secuestra las células
CD4, las células defensoras más importantes del sistema
inmunológico, de manera que el virus no se identifica como un
intruso en el organismo y puede propagarse.
Los
últimos estudios publicados en Nature
buscan controlar la replicación del virus en la fase en la que ya se
ha vuelto crónico. En varias pruebas realizadas con macacos, la
inyección de células CD8+ (Nef-specific y Vif- specific) pueden
controlar en estos animales, la propagación del virus.
De
las vacunas que conocemos actualmente, aún quedan áreas de
exploración que pueden dar lugar a curas para el SIDA, como por
ejemplo, las vacunas enteras inactivas, que consisten en matar el
agente causante de la enfermedad a través de sustancias químicas o
calor. Esta es una de las áreas menos exploradas, según ICASO.
Otras, como las vacunas vivas atenuadas (para que el organismo
aprenda a responder ante el virus debilitado) no son aplicables, ya
que el VIH puede mutar de forma virulenta.
Mientras
la ciencia avanza en sus investigaciones, la sociedad debe aprender a
tratar el problema. En muchos casos aún existen problemas de
discriminación contra colectivos homosexuales o contra población
inmigrante. En muchos otros casos el virus se descubre tarde por un
obstraccionismo social que desnaturaliza hacerse la prueba del VIH.
Quizás los ciudadanos no podamos erradicar el VIH, pero sí podemos
contribuir a reducirlo.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)