E
|
l color nace fruto de la
sensibilidad del ojo, de la reacción de la retina a la luz que determina los
colores. También se debe a la acción pasajera de cuerpos incoloros,
transparentes, traslúcidos y opacos sobre la luz y la imagen luminosa.
“El color es una emisión de energía dentro de frecuencias bien
precisas” (Euler)
“Todas las cosas visibles se distinguen y se hacen deseables a través
del color (…)” Colbert (1671)
Es cierta la cita de Colbert.
Todo lo que observamos a nuestro alrededor desprende color: la hierba, los
edificios, las banderas, los cuadros, un jardín… incluso nuestra forma de
vestir emite colores que evocan sensaciones. “Vemos colores cálidos y fríos, susurrantes y chillones, afilados y
embotados, livianos y pesados, tristes y alegres, estáticos y dinámicos, indómitos
y sumisos (…)” Kepes (1976). Más allá del componente biológico que
determina nuestra percepción de los colores, existe también un componente
psicológico que condiciona nuestra interpretación
de los mismos.
A lo largo de
la historia, podemos ver cómo se van incorporando los distintos colores que hoy
conocemos: las tonalidades azules brotan en el corazón de la latinidad
occidental, el color azafrán surge a raíz de los tintes rojos, ya que la
calidad del producto busca colores más densos y más cálidos (azafrán,
carmesí…). El amarillo y anaranjado surgen en la fabricación masiva de
colorantes para la producción de explosivos…
El color nace con el descubrimiento gradual de
los colores a la anilina, cuya producción industrial se dio masivamente en el S.
XIX, y que desde entonces marca el signo del color. El mayor esfuerzo de la
química industrial fue el de producir tintes acordes con la escala de colores
que el ojo y el gusto seleccionaban. Cuando la gente comenzó a ver y usar
colores diferentes, comenzó también a pensar en forma diferente. La producción
industrial del color corresponde especialmente a las áreas continentales de
Europa (particularmente Alemania, ya que Inglaterra importaba tintes a las
colonias).
El blanco higiénico del S.XVIII
refleja la limpieza de una segunda piel. También está presente en la
recuperación del neoclasicismo en la arquitectura: el blanco invade las
ciudades el S. XVIII- S.XIX.
La guerra como protagonista de la
historia también marca la definición de una serie de colores: los soldados
buscaban hacerse invisibles entre el paisaje, un camaleonismo. El verde militar
se utilizaba para cumplir este objetivo en las zonas de batalla, en los prados…
En la actualidad, el color
participa en el proceso de identificación en distintos ámbitos: los colores de
moda, de la patria, de la pintura o del arte. También existen colores asociados
por convicción social: el blanco representa la paz, el negro el luto, el azul
para los niños y el rosa para las niñas…
El color en el cine. Una secuencia de "El curioso caso de Benjamin Button":
He seleccionado una secuencia
dentro de la película “El curioso caso de
Benjamin Button” que abarca tonalidades amarillas, azafrán y anaranjadas contrastando
con un esquema de color de tonalidades azules y colores fríos como el gris.
Este contraste se denomina polaridad siendo
el amarillo el color más polar y el azul el menos polar.
Estos dos colores principales se
ubican dentro de lo que denominamos “colores primarios”. A partir de ellos se
desarrollan el resto de distintos colores. Se trata de dos colores cuyos
significados son opuestos: el amarillo
es un color cálido, y por ello se
utiliza en la escena en la que los protagonistas están en la cama. Tanto las
sábanas como las telas que los rodean son de tonalidades azafrán, la luz en los
rostros impacta directamente, la entrada de rayos de sol por una ventana al
fondo de la imagen en la esquina izquierda… La calidez del color analizada
dentro del contexto de la película se puede entender como la seguridad de la
relación, como el momento que ambos personajes viven. También contrasta con la
tormenta que está teniendo lugar fuera de la casa. El amarillo del interior
crea una atmósfera de protección, de seguridad, de confianza, de cercanía.
Tras la calidez de esta escena se
nos propone un contraste radical: nos ubicamos en el interior de un hospital,
en tonos azules muy fríos. Kandinsky (1983) define el color en función de cuatro atributos:
cálido- frío, claro- oscuro. La tendencia hacia el amarillo o el azul determina
la propiedad térmica.
La mezcla de azules y grises en
esta escena se expone en oposición a la anterior: si antes todo era felicidad y
amor, ahora solo queda tristeza y muerte, para ello se vale de la confrontación
amarillo- azul.
Si nos fijamos detenidamente en
la imagen, las cortinas de la habitación que en la escena anterior eran
amarillas y transmitían calidez, ahora son azules y muestran desesperanza y dolor.
Encuadran a la anciana protagonista en
la camilla y localizan el punto de vista en ella evocando así sentimientos de
sufrimiento transmitidos por el color. El azul entendido como el color menos
polar se asocia a las sombras, a la oscuridad, a la debilidad. La luz es tenue,
débil, propiciando el denominado “efecto Purkinje”: ante una luz débil, se
resaltan más los azules ya que en la sensación visual intervienen los bastones,
más sensibles a las longitudes de onda cortas.
También recurre al contraste de
los mismos colores posteriormente. La casa en la que habitan los protagonistas
está pintada de amarillo azafrán y las luces y objetos también están acorde con
esta tonalidad. Las escenas en el interior de la casa muestran una vez más la prosperidad
de los personajes. A continuación choca el espectador de nuevo con azules en
una piscina. Esta vez no son azules apagados, sino más bien celestes combinados
con blanco y gris, pero el efecto que crea es el mismo: frialdad. El recorrido
con la mirada de la protagonista por el agua en ligero movimiento, la
penetración del intenso azul celeste en la retina del espectador nos anticipa
las lágrimas. Cuando ella llora, se la enfoca en un contrapicado que deja ver
un fondo de intenso azul celeste.