jueves, 31 de julio de 2014

Petit bourgeoise

Arrastró sus mocasines hasta el banco más próximo. Había perdido el vuelo. La maleta Louis Vuitton se arrastraba silenciosa tras ella, llena hasta su máxima capacidad. Se sentó. Se sentó y colocó sus piernas delgadas sobre la maleta. De su bolso alcanzó el IPhone. Millones de actualizaciones. Whataspps.
Respiró. Las luces del aeropuerto la agobiaban. Iluminaciones fuertes. Las tiendas multicolor de chocolate Cadbury's. Otra vez. Otra vez otro aeropuerto.

Se aburría breves instantes observándose las uñas, perfectamente lacadas en glitter. Se aburría manoseando el pintalabios que llevaba en el bolso. Se aburría con el libro que le había puesto James en el bolso: "First Sight".

Sonó el teléfono. Era la ayudante de su agente. Seguramente para recordarle que había perdido el vuelo.
- Reina, no me contestabas al Whatsapp. No quería molestarte. ¿Qué ha pasado?
- I missed it, darling. No fue mi culpa.
Al otro lado de la línea. La chica empezó a ponerse nerviosa. Eran las 7 de la tarde y había perdido el vuelo. Contuvo el aliento. Oía el ajetreo del aeropuerto. ¿Cómo había podido perderlo? Le habían puesto un taxi de una prestigiosa compañía británica en la puerta de su casa. El taxista incluso la había llamado. Lo había cogido.
"Tienes que llegar. Tienes que llegar." se decía a sí misma, nerviosa.
Agarró un bote de pastillas que tenía en la mesa. Cogió un chicle.
-Darling. Hay más vuelos, ¿no? ¿Puedo volar?
- Voy a consultarlo. Vuelvo a llamarte.
- Vale, querida. ¿Me espera un taxi en la puerta? Estoy cansada, tengo que volver a casa.
- Te llamo- fue lo único que pudo decir.
Colgó el teléfono y salió del despacho al baño. Se echó agua fría sobre la cara. Había perdido el vuelo. Había pedido el segundo vuelo del día. Tendría que llamar a la agencia de viajes. Se iban a reír de ella. ¿Habría otro vuelo? ¿Cómo que iba a irse a casa? ¡Tenía que coger el siguiente vuelo y llegar como fuera a Barcelona!


Colgó el teléfono y arrastró su maleta por la zona de tiendas, ajena a lo que acababa de ocurrir. Llamó a James, a unos 25km del aeropuerto.

Volvió a marcar el número. Comunicaba. Comunicaba. Empezó a agobiarse. Eran las 7.30 de la tarde y la agencia de viajes le había conseguido un vuelo para las 8, sin escala, en business. Solo tenía que acercarse a la puerta de embarque....

- Dime, querida.
- He conseguido tu vuelo. Tienes que ir a la puerta 23D. Te voy a pasar el billete por mail. Está todo solucionado.
- ¡Oh!
- ¿Está bien? Solo tienes que acercarte a la puerta de embarque, está en ese aeropuerto...
-La cena, querida. La comida en business is ever so disgusting. 
Al otro lado de la línea, Gemma estaba atónita. Estaba sola en la oficina. Su jefa había salido ya, acompañando a otra clienta a un evento.
- Send me a catering, would you? Sushi, whatever.
- Pero...¡es imposible! ¡Tu vuelo sale en apenas 20 minutos!
- No puedo no cenar. ¿Lo entiendes? A veces no sé por qué te resulta tan difícil hacer este trabajo.- Gemma se mordió el labio inferior. Tenía ganas de golpear un saco.- La cena del avión no es una posibilidad. Hagamos una cosa. Cenaré en el hotel. ¿Podrás organizar eso? Nothing ever so fancy. Solo una cena estaría bien: jamón serrano y champán. Organízalo. ¡Oh! Estoy agotada, querida. Voy a colgarte. ¿Qué puerta dijiste?
Y arrastró su pequeña y silenciosa maleta por el suelo interminable del aeropuerto hasta la puerta 23D.





domingo, 27 de julio de 2014

Era una tarde corriente en la Comisaría de Madrid Centro

Madrid, 24 de julio. 20h. 35º.

Sonó el teléfono con su irritante timbre. Entre sudores que huelen a desodorante del Mercadona, César se acercó para contestar la llamada: un edificio en el centro. Una casa de esas viejas.
- Enseguida voy.
Salió a la puerta e inmediatamente una ola de calor sahariano le azotó la cara y el cuerpo indiscriminadamente. Se puso el casco y se subió a la moto.

Qué absurdo. Otra vez aquí al centro. ¿Será una viejita en apuros? Puto Madrid. Puto verano. El uniforme negro le oprimía a la vez que atraía más el sol. Viajaba en moto. Solo. Siempre solo por las calles de un Madrid desierto en verano. Menos en Lavapiés. Que siempre hay que perseguir a algún hijo de puta. Puto distrito centro. Puto trabajo de mierda en las calles "sirviendo al ciudadano". En la oficina se había quedado Julián (Carabanchel, 1982), de su misma promoción pero con más titulación escolar, atendiendo a "guiris" a las que habían robado en la calle Huertas. "Guiris" de esas rubias y de piel rojiza por el sol de España, de anuncio, que habían llegado apuradas sin cartera ni documentación a su hotelito en Huertas. Y luego estaba él. Yendo a un edificio viejo aún no sabía a qué...

Aparcó la moto en la acera y llamó al timbre.La fachada estaba pintada de un color rosa, ñoño, como una casa de muñecas de niñas. En la puerta del edificio pudo ver su fecha de construcción: 1889. ¡La ostia!- pensó- igual hasta se derrumba esta cochambre en servicio. Escribió a Julián por Whatsapp: "Tío, me ha vuelto a tocar un puto edificio del centro de estos viejos. Me cago en ros. Unas cañitas luego, macho."

Le abrieron la puerta. El descansillo era amplio, y unas escaleras bastante inclinadas lo separaban del 1ºE, donde estaban los otros cuatro policías. Subió. Los escalones de madera no se quejaban de su paso. Llegó al fin con sus compañeros al estrecho rellano del primer piso. Allí estaban otros cuatro, junto con una señora de unos cuarenta años bien arreglada: tacones, falda tubo y mechas rubias. Las puertas de varios pisos de esa planta estaban abiertas. Móviles en mano.


Abrió el grifo con la mano derecha sudorosa y apenas pudo comprobar que caían dos gotas al vaso que había depositado. Se acercó al baño y abrió el grifo. Tampoco corría agua. Él seguía dormido, acurrucado en las sábanas, y aún no se había enterado de que estaban sin agua.
-Un corte programado-  pensó, -Nunca nos enteramos de nada. Han cortado el agua hoy y no nos hemos enterado de nada. ¡Hay que ver!
Igual era la obra de arriba. El dueño del edificio había decidido restaurar los dos últimos pisos viejos que quedaban en el edificio y hacerlos dos apartamentos nuevos de alquiler: uno para los "eternos inquilinos", una entrañable pareja de ancianos que vivía en el edificio desde la posguerra y otro para alquilar. Dobles beneficios, casa nueva.

Abrió la nevera. Aún quedaba una jarra de agua fría que les permitiría sobrevivir unas cuántas horas hasta que volvieran a reestablecer el agua...

Bajaban por las escaleras cuando oyeron un revuelo en el rellano de la primera, cinco policías uniformados acompañaban a una señora que se tambaleaba en unos tacones altos. Huele a boys y a despedida de soltera. La mujer, rubia, manoseaba inquieta su teléfono móvil. Tenía las cejas depiladas en una fina línea. Una línea que no cubría del todo la inmensa longitud de su ojo.
- ¿Qué ha pasado?- preguntaron al bajar
- Al vecino del primero se le está saliendo el agua. Y el agua gotea y cae a mi oficina- contestó la mujer. Trabajaba en el Banco Español, justo debajo de 1º E.

Los policías se movían con alboroto. Llamaban, se cuchicheaban entre sí. Bajaban y subían al bajo. Parecía que no sabían qué hacer...

Raquel marcó el número de nuevo, por décima vez en la tarde. Una trabajadora del banco la había llamado porque le estaba goteando el techo y al parecer venía del piso de Ignacio, el 1ºE. Había llamado al timbre, pero solo oyó reverberar el eco de su llamada por paredes diáfanas. Ignacio viajaba, a menudo, y casi siempre que estaba en Madrid no pasaba mucho tiempo en casa. Daba clases de yoga, practicaba meditación al alba en el parque del Retiro y salía a correr muy temprano los domingos. Raquel lo veía a veces, y la había invitado a un té exótico en alguna ocasión mientras le contaba su excitante vida de artista bohemio.
Ignacio no contestaba. Ni al timbre, ni al teléfono. Probablemente no estuviera soportando el calor de Madrid. Probablemente ni siquiera estuviera en España.
Antonio, el marido de Raquel, tampoco contestaba. Se había ido unos días al pueblo, a Navarra, de donde eran ellos, para despejarse un poco del calor y ajetreo de Madrid. Antonio estaba jubilado desde hacía dos años, y ambos decidieron que podían permitirse un apartamento céntrico en la capital para disfrutar de Madrid y su vida de ocio. Antonio era maestro, de lengua y literatura españolas, y disfrutaba de su misión docente en cualquier ocasión que se le presentara en la extraña tranquilidad de su jubilación.
Antonio no contestaba. Desde hacía cuatro horas no contestaba llamadas ni mensajes. Antonio había tomado la presidencia de la Comunidad y todos los vecinos lo conocían. Raquel, en cambio, estaba a la sombra de su marido, y esta era la primera crisis que tenía que gestionar como "presidenta en funciones".
Salió al rellano del primero, en zapatillas de estar por casa, y con móvil y libretas en la mano.
- Hemos cortado el agua de la general para que no gotee. Hasta que no podamos cortar el agua del piso no la volveremos a encender.
Los policías la miraban con descrédito. El rellano de pronto se había llenado de gente. Aún no habían llamado a los bomberos, y, más bien, estaban allí a ver qué si alguno decía cuál debía ser el siguiente paso. Aquí no había porras ni persecuciones. No había cretinos ni ladrones, no había que rescatar a ninguna damisela en apuros, ni consolar a una mujer violada. Ni siquiera hacía falta uniforme y pistola. Solo tenían que marcar el maldito número: 080, y dejar que aquellos superhombres vinieran a tirar la puerta abajo.


viernes, 11 de julio de 2014

Marketing cinematográfico: Open Windows (Nacho Vigalondo)

"Las películas tienen que tener un elemento con el que poder promocionarse" Mariela Besuievsky, Tornasol Films

Desde que se produjo la subida de los precios de la entrada de cine por la radical subida del IVA (ahora al 21%), la asistencia a las salas de cine se ha desplomado (-15,4% de 2012 a 2013 según la entidad europea International Union of Cinemas). Dos "Fiestas del Cine" y muchos "Miércoles al cine después", la comedia española Ocho apellidos vascos ha dado la sorpresa en las taquillas este 2014 con nada menos que 8.659.783 de espectadores, superando al éxito de 2012, Lo imposible (6.018.350 espectadores) y al clásico de Amenábar Los otros (6.410.461 espectadores, la película más taquillera hasta 2014 del cine español). 

Nacho Vigalondo estrena Open Windows en España en pleno mes de julio en 166 salas (4 de ellas en VOS) en el territorio español... ¿Qué elementos conjuga su película para llevar al espectador a la sala? ¿Podrá superar el reto de estrenar una película en verano en nuestro país?

El marketing cinematográfico de Open Windows

1) NACHO VIGALONDO. En mayúsculas.

El director cántabro bebe de influencias de grandes nombres de la historia del cine como el maestro del suspense Alfred Hitchcock y el rrompedor Brian de Palma.
Nacho Vigalondo es en sí mismo una marca personal que se asocia a un tipo de género concreto en el panorama del cine español.
El director -marca es una fórmula que funciona en el cine español. Y tenemos sobrados ejemplos de ello (Pedro Almodóvar, Bigas Luna, Bayona, Amenábar, Álex De la Iglesia, Isabel Coixet...). Ir a ver un film de estos directores nos ubica dentro de una esfera personal y definida en la que sabemos a "qué mundos" pretende trasladarnos cada director...

2) Es Sasha Grey. Y lo sabes. 
Si el cine que propone Vigalondo es transgresor, la ex actriz porno Sasha Grey pretende salirse de los esquemas pasándose al "otro lado del cine". Sasha Grey es otro de los principales reclamos de la película. Aunque el director confiesa que el papel no estaba planeado para ella, es un valor añadido a la película: morbo, o redescubrir las dotes interpretativas de la actriz son otros de los reclamos de Open Windows, un film que reinventa el voyeurismo hitchcockiano en la era de internet.



3) Innovador en la forma
La acción en Open Windows transcurre marcada por las pantallas. Pantallas que se superponen. Pantallas que invaden nuestro día a día. Pantallas para una atención dispersa. Una navegación por ventanas.
Nacho Vigalondo nos propone un ejercicio de estilo en el que la forma  prima sobre el contenido y la trama.

Vivimos rodeados de cámaras y geolocalizados. Es nuestra realidad, y la que pretende plasmar Vigalondo. Cámaras de vigilancia y cámaras en los teléfonos móviles, webcams y videoconferencias. Cámaras que nos privan de privacidad. Cámaras que controlan cada uno de nuestros movimientos... El film promete: las imágenes que el espectador ve en pantalla pertenecen a multicámaras, situadas en distintos lugares y reunidas en un punto virtual.
La web es el nuevo espacio voyeurista con el que el director reinventa el clásico de Hitchcock Rear Window (Ventana indiscreta, 1954) en nuestros días. Las cámaras que nos permiten acceso ilimitado y público a espacios privados e íntimos, que pasan incluso a formar parte de nuestra realidad...

Montaje vertiginoso y efectos especiales. Es otra de las características esenciales del film, que vapulea constantemente al espectador en su asiento. Que le cambia la perspectiva y el ángulo de la cámara. Que por primera vez parece que el mundo del cine puede ser en 360º, rompiendo dimensiones y perspectivas. Vigalondo se atreve a estampar al espectador con la realidad del simulacro de la pantalla del cine en un film experimental y postmoderno.

Tampoco debemos olvidar que el film es una reflexión sobre la identidad en la web. Una identidad que se conforma por un número de píxeles de determinadas características y una identidad que tanto se construye como se desintegra...

4) Lo conocemos como Frodo.
Sí, Elijah Wood ya ha interpretado varios papeles desde que encarnara al hobbit protagonista en la saga El Señor de los Anillos, pero para el público seguirá siendo Frodo, una entrañable cara hollywoodiense, conocida y que derrocha simpatía; que por segunda vez se pone en manos de un director español (tras Los crímenes de Oxford (Álex de la Iglesia 2007))...

5) La promoción en televisión y en los medios
- RTVE. El canal público apuesta por el fomento de la cultura y la cinematografía española, con una cuota de pantalla del 7%.
Días de Cine (2/7/2014) se dirige a un espectador cinéfilo (al menos un poco) que ya siente curiosidad por la película.
- La principal fuente promocional viene de A Tres Media. El hormiguero (Antena 3) acogió a los dos protagonistas un par de días antes de su estreno (1/7/2014) con nada menos que 2 millones de espectadores (12,5% de la cuota total de pantalla) y que se dirige a un público más amplio y diverso, que quizás no ha sido alcanzado aún por todos los elementos promocionales anteriores...



6) La premiere tradicional en Callao (Madrid)
La Gran Vía y la noche madrileña se dan cita en el estreno en la alfombra roja madrileña. Un entorno rodeado de actores, directores, productores y muchas ganas de cine. Sin duda estos eventos son un reclamo de repercusión mediática....

7) Su tráiler
https://www.youtube.com/watch?v=KYp6Ee_fgik






¿Será suficiente este marketing cinematográfico en España? Su estreno en nuestro territorio ha sido discreto (11º puesto en taquilla en el fin de semana de su estreno), muy por debajo del estreno internacional.
¿Qué pasará después del primer "Miércoles al cine" desde su estreno? ¿Es un film para cinéfilos? ¿Es el verano una mala época para los estrenos de cine? ¿Cambiarían las cifras si computaran los espectadores que han visto la película de Vigalondo online? 





martes, 8 de julio de 2014

Last goodbyes

She couldn't utter a word. Laying in her hospital bed, she could see, around her, all of her family was there.
He wouldn't hear. So she'll have to speak up, louder, and make him confortably read her lips while talking, so that either reading her lips, or hearing her distant voice, he could make out her words...

He stepped forward, and came to hold her hand.
She kissed his cheek gently, as she had been doing over the last fifty years.
- You came... - she whispered, holding her last breath. He moved closer and smiled. She let her head slide back, reconforted- you came here... today- He nodded.
- Today, my darling, after so many years.
She could feel the wedding ring aching at the compass of her resisting blood pressure. He held her hand. She was trembling. Her skin was tight yet wrinkled.
-I'm here, my dear- she whispered- I'm here for as long as it takes.
With all this memories. Of you and me. Of a lifetime.
He came closer to hear her.
-I'm here- he said, and kissed her forehead.
- This time it's another war, that will keep us apart. But it wasn't for the shooting across the vast fields of Andalucia... - she recovered small flashes of memory- democracy. You remember that day?

He nodded, again, in silence.

-It was a rainy day and Alfonsito had died during childbirth. The disorden in our attic. That smell of wet wood. The dust in your shoes, my darling, for as long as my memory recalls...
She stopped.
-Where are the pills, my dear? Did you forget to take them?
He sat close, and gently put his hands over her eyes and said: No pills today, Antonia.
- It's cold again. Did you forget to close the top window?

At the sides of the room, the four children of the couple held their tears. It was the last goodbye.

- I love you!- she cried, and while he hug her intensely, her heart stopped beating.