No importaba. Ni el ruido de la calle, ni la larga jornada de trabajo, ni el calor asfixiante de Madrid. No importaba el cansancio, las horas de letargo, el sudor que había fundido ya sus pieles.
Olía bien, quizás la vela de olores deliciosos, o el gel de coco que habían agotado, horas antes, en su refugio contra el calor bajo la ducha.
Y así pasaban las horas entre risas e historias, mientras el mundo caía.... Egipto, Canadá, Rusia, América Latina...