Porto sabe a pasteis
de nata,
A dos copas de vino pausadas
en la barra de una
bodega
Cada sorbo
encapsula silencio,
un beso suave,
artesanía, madera y hierro.
Porto se mece al son
de una barca
mientras la
oscuridad y la historia
se suceden como
sombras bajo puentes,
se adivinan en las
cuestas adoquinadas,
se esconden en las
calles estrechas, angostas, apagadas.
Porto emana una particular
luz
Que parece dar paso
a un nuevo tiempo.
Una luz que tiñe de
tonalidades grisáceas, azules y ocres
sus calles,
los cristales de su
mercado,
su estación de tren.
Hoy parece que la
decadencia
Deja paso a la
modernidad,
Que la oscuridad,
dio paso a la luz.