Recuerdo el beso que lo cambió todo.
Subíamos por Lavapiés, y la tarde empezaba a caer. 19h. La luz tenue de principios de marzo se fundía entre los edificios, y caminábamos cuesta arriba. Recuerdo tu presencia en mi espalda como un guardián, tu cuerpo acercarse sigiloso al mío, tus manos buscando mi cintura.
Pasó algo. Una ráfaga de viento del sur que revoloteó las mariposas de mi estómago. Tu presencia cerca.
Recuerdo el beso que lo cambió todo.
Me acompañaste a mi portal, entre el mercado y el ajetreo de gente joven que transita Antón Martín. Entre la inquietud del caer de la noche y la llegada a tierra firme. Y me besaste.
Me besaste como si no existiera otro beso, ni otro momento mejor, ni otro lugar, ni otra vida. Me besaste devorándome.
Y yo sentí de nuevo ese revoloteo. Ya sabes, esas mariposas tontas que no saben que los nervios transitan ajenos. Ese silencio. Esas sonrisas cómplices que lo empezaron todo. Esas miradas, furtivas, deseadas, anhelando que pase el día, que llegue el momento.
Recuerdo el beso que lo cambió todo y me desgarró mis esquemas, mis sujetadores en tono pastel. Mis 'no quiero querer', mis inseguridades, mi falta de compromiso.
Y ya no sé si vuelan o volamos libres, las mariposas de la tripa, tú y yo.
Mr. Marzo