sábado, 30 de enero de 2016

Camino de algún lugar

Estaba anocheciendo en algún lugar de la carretera que unía Salamanca con Traguntía. El viaje no había sido corto, y la lluvia había atormentado los cristales del coche el alguna ocasión, más veces de las esperadas. 
El desvío lo perdimos. O quizás nunca lo vimos. Pero entramos, con la noche, por un camino rural. Entre silenciosos campos de trigo. 
Cayó y calló la noche, y el silencio impregnaba la tierra ya otoñal de un mes de octubre que adelantaba la llegada del invierno. Las luces del coche alumbraban el sendero, entre campos vacíos, y una cobertura débil que amenazaba con abandonarnos a la intemperie y a la buena suerte de nuestra intuición, nuestra orientación, y el buen hacer de nuestros sentidos.
El campo se extendía en silencio a nuestro alrededor. Un camino de tierra. La oscuridad se cernía a nuestro paso, nos dejaba atravesarla para luego cerrarse de nuevo. Habíamos ido en círculos. Cedió la valla. Y en algún momento el destino dejó de ser el destino, y estábamos allí. Las luces largas nos recordaron que aquel allí era entre vacas. Nos miraban a través del coche. Nos miraban molestas, porque el coche se había entrometido y las había despertado. En aquel no lugar de ninguna parte, camino a la Posada Cuartón de Inés Luna. 
Y me sentí segura. Porque quizás nos atacaría una manada de zombis hambrientos. 
Porque ante la oscuridad, algo en el coche brillaba muy fuerte. 
Porque sentí el calor, cuando el resto del mundo se había congelado. 


Coleccionistas de recuerdos, constructores de experiencias

miércoles, 27 de enero de 2016

Peléalo

Hoy veía jugar a David Ferrer en el Open de Australia a retazos, lo que me permitían internet y el móvil a horas tan tempranas de la mañana. Y pensaba que en la vida hay muchas personas que, en algún momento dado, aprendieron a luchar y a crecer con la lucha.
Ya sabéis que 'Ferru' no es de los jugadores que te dan la alegría desbordante, pero me gusta seguirlo por ese espíritu de lucha. 
Creo que el deporte te enseña muchas cosas sobre ti mismo.
Peléalo. Hasta el último punto. Que sea tu golpe el que termine dejando K.O al contrincante. Que sea un kilómetro más, uno más que ayer el que avanzaste. 
A veces, nos hacemos heridas en las rodillas. Nos caemos. Es inevitable quizás. Pero nos levantamos de nuevo. Las cicatrices cierran, pero no desaparecen. Supongo que son una marca en nuestra piel de que seguimos creciendo. 
Peléalo. Y dite a ti mismo que pudiste. Que lo intentaste y lo conseguiste. Que sufriste en el camino. Que llegaste. Porque si esta vez lo logras, quizás la próxima la cuesta no parezca imposible. Porque quizás la próxima vez recuerdes que el esfuerzo vale la pena. Porque en alguno de esos momentos entre el 'no puedo más' y 'lo dejo escapar' está la magia. La magia de sentirnos vivos. La magia esa propia de brillar en la lucha. La magia de saber que al final, lo conseguiste.
No te rindas nunca. Peléalo.

martes, 19 de enero de 2016

Sin música

Madrid a veces se vuelve ajeno al movimiento. 
Los paisajes (urbanos) se despliegan ante nuestros ojos como fotogramas inconexos. 
Las luces que brillan en los anocheceres tempranos en pleno día.
El paso de la gente que no mira al frente, sino hacia abajo, a los pequeños aparatos.
A veces suenan coros de murmullo. A veces silencio. Una distraída conversación telefónica. Una anciana que estornuda. Próxima estación Ríos Rosas.
Imágenes que pasan rápido, que no "retinan" en nuestras retinas, que se funden y confunden con el paso de las horas, los días, el tiempo. 

La música del mp4 dejó de sonar. El frío de las 7 de la tarde se encajaba en los huesos para quedarse. Las deportivas anaranjadas marcaban el tempo ante una ciudad que no se detiene. El tempo. Cada paso que se mueve por el asfalto. El impacto del peso del cuerpo contra el suelo. La furia del cuerpo, la velocidad del viento. Las luces de ciudad. Palacio. Príncipe Pío. El teleférico. La oscuridad que se cierne sobre el impacto de las calefacciones. El Río. Las luces que lo acompañan manso.  

El tempo...
 



viernes, 1 de enero de 2016

Si la vida fuera tan fácil, todos sabríamos volar

Si la vida fuera tan fácil
Todos sabríamos volar.
A veces nos falta más coraje
Más saltos al vacío
Más yo puedo
Más sueños perseguidos.
Cicatrices en las rodillas de correr
Afonías de cantar tan fuerte que nos reviente el pecho.
Más atardeceres y más amaneceres
Más café porque dormir no merezca la pena
para vivir soñando.

Más mancharnos las manos cocinando
Más canela
Reír muy fuerte
Cerrar las cortinas y vivir todas las locuras
Sumar días de pies descalzos
Buscando caminos hacia ninguna parte
o hacia el infinito. 
Porque cada día que pase sin que tus pasos te lleven a tus sueños
resta valor a nuestras vidas.
Porque  si la vida fuera tan fácil
Todos sabríamos volar.