El cofre es ese ente invisible que sigue nuestros pasos, que nos acompaña a lo largo de nuestra vida, es la maleta, que va cambiando según avanzan nuestras etapas vitales.
Aquella manifestación en la calle que creímos que cambiaría todo. Tener nuestra propia casa. Conseguir graduarnos. Tener una titulación y nuestro primer trabajo. Viajar. Enamorarnos y reenamorarnos. Adoptar (un cachorro, un niño). Trabajar. Casarnos. Viajar a Taipei. Activismo. Cooperación. Escribir un libro. Plantar un árbol. Quiero ser jefe. Quiero tener mi propia empresa. Quiero hacer una película. Otra carrera. Nuevos compañeros, nuevas experiencias vitales. Perder a un amigo en un accidente de tráfico. Un tatuaje que lo significa todo- ahora y "para siempre".
Cofre de la nostalgia (¿Recuerdas aquella canción de los 80?)
"Antes de que nacieras". Todo lo que dicen nuestros padres que hicieron de jóvenes, antes de nosotros. Todo lo que no hicieron. Y si hubiera sido guionista. Y si hubiera sacado una plaza por oposiciones. Y si hubiera aceptado aquel trabajo en Francia. Y si hubiera elegido otra pareja. Y si mi maqueta se hubiera convertido en un gran éxito. Y si...
El cofre de la nostalgia es una constante lucha. Una mirada atrás, al cofre de los sueños. Una mirada a lo más profundo, a las raíces sobre las que se ha cimentado toda una vida. Una mirada al pasado, a un pasado que jamás volverá. Pero ¿llenaste bien el cofre de los sueños?
Cofre de la felicidad
No puedo moverme. Y me duele. Veo cada vez peor, y casi no puedo enhebrar la aguja. Cada vez duermo menos, este café... Y lo guapos que están los niños, y la boda de los nietos, y su formación, se graduaron y esa foto de carnet en blanco y negro en la que salgo tan guapa. Y el viaje a París, en coche, ese coche que no arrancaba, y nosotros con las ventanillas abiertas porque hacía un calor de mil demonios en agosto. Y esa primera tarta, harina de primera, receta de la suegra, ¡menudo desastre! Y llegó Ramón, y luego todos los demás. Cuatro. Cuatro hijos. Cuatro familias felices. Que llegue Navidad. Y los cumpleaños. Y la primera vez que nos mudamos a esta casa. Hace ya más de 40 años. Y la vida en el pueblo. Y ese médico tan majo del martes.
El cofre de la felicidad se llena cada vez más según se nos acerca el final de la vida. Es verdad, que no contamos cosas tristes. Que valoramos más todo aquello bueno que nos trajo la vida. Los problemas son menos. Todo es más lento. Más intenso. Un último latido, que, si es el último, espero que sea un latido de felicidad por todo lo que he vivido.