martes, 19 de mayo de 2015

Todos los posibles finales

Siempre había imaginado todos los posibles finales. Aparecerías con un ramo de violetas en el aeropuerto. Algo improvisado y a la vez mimosamente decorado con papel de celofán azul celeste y un lazo rosa. Me esperarías inquieto. Mirando el móvil de vez en cuando, al compás de los pasajeros distraídos que arrastran sus maletas por el suelo de cualquier aeropuerto en cualquier lugar del mundo. Y yo llegaría despistada, arrastrando una maleta que pesaba de más, e intentando pasar desapercibida entre la gente. Entonces tú me encontrarías, vendrías hacia mi con el ramo y me detendrías, me besarías muy fuerte, y me abrazarías como si de un momento a otro fuera a desaparecer. Entonces yo seguiría mi camino, en silencio, arrastrando mi pesada maleta, y tú te quedarías allí, sin entender muy bien en qué momento de nuestras vidas tomamos diferentes destinos.  

Luego, a veces, me imaginaba finales catastróficos, todo el drama de cualquier telenovela: un accidente con el coche, una desafortunada pelea al salir de un puticlub, un hospital cualquiera, un coma que termina en una lenta y agónica muerte, el olor a la UVI, los pasillos que escuchan ajenos los pasos de los zuecos ortopédicos blancos de las enfermeras, los desgarradores llantos de impotencia, la desesperación de los familiares rotos, la agonía de la espera impasible a la llegada de un nuevo día. 

 Y otras veces imaginaba una batalla final, discusiones y gritos, su ropa volando por los aires, platos rotos contra el suelo, un portazo con la rabia de un "me voy", un "no vuelvas", un "ya no te quiero". Silencio. 

 Pero las cosas nunca terminan como mi mente imaginó. El silencio lo rompía el murmullo de las conversaciones de fondo, ajenas a las dos velas que alumbraban la mesa con mantel de cuadros rojos de Vichy de una trattoria italiana frente al mar. Nunca fue el lugar más idóneo para una despedida. Tampoco lo fueron el olor a horno de leña o el susurro de la brisa marina, el vacío. Tampoco lo fueron las sonrisas cómplices. Despedidas en silencio, despedidas que no sonaban a despedidas. Dos caminos que se alejan, se desdibujan hacia horizontes infinitos. 

Dos horizontes irreconciliables, el silencio y todas las cosas que nunca dijimos, los silencios detrás de todo aquello que nos hizo tan tristes, tan malditamente miserables. Las velas sobre el mantel. No se extinguen. Y siempre queda ese recuerdo, esa absurda manera de no tener nunca las palabras exactas para decir 'Adiós'. 


lunes, 18 de mayo de 2015

Sombras

Olía a una mezcla de olor a jazmín y hierba cortada, 
mientras camino cuesta abajo por el sendero que lleva a la playa.
Bebías vino y no te importaban las luces del atardecer de aquel verano
Seguías mis huellas por la orilla, marcando el paso, haciéndome correr
Y yo me preguntaba que cuándo, que dónde y que por qué nos perdimos
entre heridas demasiado recientes y besos robados
refugiados entre sábanas blancas y persianas bajadas.

Fumabas a escondidas
y siempre me decías que era el último paquete aquel que guardabas en la guantera del coche.
Sonaba 'I want to break free' de Queen en la radio
y tú jugueteabas a fundir tu sudor con el mío.

Recuerdos borrosos, momentos felices.
Sentimientos olvidados de un pasado que fue, el eco de una sombra, un absurdo verano en el Mediterráneo.