sábado, 28 de septiembre de 2013

Envejeces para luego morir

Mi abuelo cumple 84 años en diciembre, y todos los años, nos dice que qué alegría y que puede que sea su último. Hace unos años que ya no se mueve con la agilidad que solía hacerlo, que ya no se da los paseos "del colesterol" para bajar las croquetas tan ricas que hace mi abuela y sus postres muy azucarados para "estar contentos", que ya no baja a la parroquia a repartir comida entre los que menos tienen.
Este último año ha tenido un par de paros cardíacos, pero está bien.
Hace una noche murió su última hermana, la pequeña, después de varios meses en estado vegetal y "recargada" por una máquina que la mantenía despierta.
Hoy está triste.
Está triste porque ya no tiene sus dientes, ni sus ojos.
Está triste porque dice que se va a morir, que ya le está llegando su hora.
Está triste porque, de pequeño, murieron varios de sus hermanos de bebés, y fueron ellos tres los que quedaron y ahora queda él solo.
Está triste porque se está viendo envejecer y le acecha el final de la vida.
Está triste porque ella murió antes que él.
Está triste porque el ataúd era de madera fea, porque la misa es solemne, porque el día es gris, porque todos están tristes.
Está triste porque envejeces para luego morir.