martes, 11 de septiembre de 2018

El cielo a nuestros pies
















Qué caprichoso ha llegado el otoño,
las lluvias nocturnas que irrumpen a través de las ventanas,
la noche cerrada al coger el metro
el fresco al compás de los pasos que buscan el cobijo de una boca de metro.

Caen las hojas de los árboles, contra el césped, cubriendo el suelo de un manto marrón crujiente.
Y sobre el cielo, las nubes se deslizan en una desacompasada danza.
La luz se cuela, arrojando matices de color sobre el color teja, entre los cristales, contra los blancos de las fachadas, a través de una copa.

Y entre tanto, los sueños vuelan, descuidados, desvelando la llegada de un otoño que nunca debería llegar a su fin.






miércoles, 5 de septiembre de 2018

Y de nuevo septiembre


El calor de agosto se resistía a dar tregua al otoño, pero había llegado septiembre.
Septiembre y el regreso a las rutinas cotidianas. El olor a libros nuevos y a goma de borrar Milan nata.
Septiembre es el amarillo, tostado, ámbar y marrón de las hojas secas, desvalidas, cayendo sobre una acera cualquiera, Madrid.
Septiembre pisando fuerte sobre zapatos nuevos, persiguiendo perros por los parques antes de la caída de un sol demasiado temprano.
Septiembre como ciclo. Como principio de cosas nuevas.
Septiembre con sueño, con prisas, con empujones en el metro.

Septiembre para volver.
A pensar en el interminable verano.




viernes, 2 de marzo de 2018

Copenhague, enero 2018



El parque de atracciones del Tivoli proyecta luces de colores sobre la oscuridad de una noche cerrada que se engulle la tarde. Demasiado pronto.

Nos arrolla un río de bicicletas que pedalea raudo contra los copos de nieve que empiezan a caer contra la oscuridad.

La luz de una cafetería, discreta, nos acoge para deleitarnos con la explosión de sabores de una bomba rellena de crema, fastelavnsboller. El reconfortante calor de un café humeante en una silla alta y la decoración nórdica nos arropan mientras nieva, a ratos.

Buscando la sirenita, nuestros pasos dibujan una estrella, Kastelet, un paseo por prados en altura, el aire frío desde el mar azotándonos la cara y al horizonte un océano carbón, enmarcado por las siluetas de molinos eólicos.

En una realidad paralela, Cristiania trae reminiscencias de un pasado hippie. Huele a porro, a yerbas, a pote. Hay ojos, ojos que acechan cualquier móvil o cámara. Risas. Ecos. Suelos de barro.

Y entre el frío, una cena en una habitación de un apartamento en Norrebro, y todo ese frío se torna calidez. Pan negro, nombres impronunciables, alimentación Bio. Y ella ríe, ríe y mira, mientras los copos de nieve se estampan contra el cristal.



martes, 27 de febrero de 2018

Oporto, octubre 2016


Porto sabe a pasteis de nata,
A dos copas de vino pausadas
en la barra de una bodega
Cada sorbo
encapsula silencio,
un beso suave,
artesanía, madera y hierro. 
Porto se mece al son de una barca
mientras la oscuridad y la historia
se suceden como sombras bajo puentes,
se adivinan en las cuestas adoquinadas,
se esconden en las calles estrechas, angostas, apagadas.

Porto emana una particular luz
Que parece dar paso a un nuevo tiempo.
Una luz que tiñe de tonalidades grisáceas, azules y ocres
sus calles,
los cristales de su mercado,
su estación de tren.

Hoy parece que la decadencia
Deja paso a la modernidad,
Que la oscuridad, dio paso a la luz.